De la simbólica sankarista al autoritarismo paranoico de la junta militar en Burkina Faso: anatomía de un golpe de Estado, “un coup dans le coup”

Florence CASSAM CHENAI

El año 2022 ha sido marcado por dos golpes de Estado en Burkina Faso: el 31 de enero, el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba tomó el poder de las manos del presidente Roch-Marc Kaboré; ocho meses después, el 30 de septiembre, el capitán Ibrahim Traoré derrocó a Damiba para tomar las riendas del país. En ambos casos, la degradación de la situación securitaria y la multiplicación de incidentes en los que fallecieron representantes de las fuerzas de defensa y seguridad han sido el hilo conductor de estos cambios anticonstitucionales de gobierno orquestados por miembros del ejército. No obstante, el “coup dans le coup” de IB (apodo otorgado a Traoré) ha sido acompañado por una dimensión simbólica, que fomentó una legitimidad no-democrática, fuera de las urnas electorales.
La retórica anti-occidental de la junta militar dirigida por IB se inscribe dentro de un proceso global de descolonización de las sociedades, más de sesenta años después de la independencia de los Estados sahelianos. La construcción de la narrativa del poder de Traoré gira en torno a la figura emblemática de Thomas Sankara, como símbolo del anti-imperialismo y del panafricanismo. Sin embargo, bajo las apariencias de soberanía nacional, el ejercicio del poder se convierte en una dictadura impregnada de paranoia, en lo cual cualquier mínima expresión crítica constituye un motivo de represión violenta.
En comparación con Malí y Níger, la personalización del poder a través de la figura de IB en Burkina Faso parece alimentarse de más símbolos para forjar su legitimidad. Frente a la continua pérdida de control del territorio por el Estado en cara a los grupos armados y al autoritarismo creciente del poder, se puede cuestionar la permanencia de tal régimen, no sólo en relación con factores internos sino también en función de las dinámicas y equilibrios regionales.