El Estado Novo portugués (1933-1974) y la España franquista (1939-1975) compartían, además de una política represiva y ultracatólica y un ideal patriótico arraigado en la matriz imperial de la época de los descubrimientos y los conquistadores, una autorrepresentación basada en un supuesto excepcionalismo que persistió anacrónicamente después de que la mayoría de las antiguas colonias obtuvieran la independencia. Visto desde fuera, este excepcionalismo era en gran medida real: atraso tecnológico, pobreza, aislamiento y mano de obra exportable. A pesar de ello, Portugal y España funcionaron como vecinos que se daban la espalda. Los estudios postcoloniales y decoloniales han heredado en gran medida esta indiferencia mutua, confirmando la función legitimadora del pasado colonial en el ascenso de ambos países a la categoría de naciones europeas democráticas, modernas y desarrolladas. Aunque existen numerosos trabajos nacionales sobre la creación artística disidente en ambos países durante el periodo señalado (Abellán 1980, Ruiz 2008, Gil 2009, Rojas 2013, Melo 2016, Piçarra 2018, Mateo 2020, Larraz 2023, Falconi, 2024, García 2024), la perspectiva comparada (Cabrera 2014, Aixelà-Cabré 2024) y, sobre todo, la cuestión de la participación africana en el desarrollo de un contra-archivo anticolonial siguen siendo asignaturas pendientes.
En Políticas del Archivo Anticolonial Africano (el-Malik y Kamola, 2017) el-Malik define el archivo anticolonial africano como “una colección/colectivo de pensadores que colocaron en un mismo marco un conjunto de herramientas analíticas que tradicionalmente no ocupaban el mismo espacio dentro de las lógicas de la colonialidad: política, gobernanza, identidad, arte, poesía, ciencias sociales, socialismo, religión, teoría, etc.”. (el-Malik, el-Malik y Kamola 2017, 49). En el caso ibérico, cabe considerar que la censura y la represión política agravaron la dispersión y fragmentación de un archivo informal formado por elementos muy diversos cuyo único denominador común sería la oposición, la resistencia o, cuando menos, el contraste, en relación con los discursos oficiales. Branwen Gruffydd Jones apunta a un archivo difuso, cuya “ubicación” también es transnacional, extendiéndose por distintas geografías (Jones 2017, 66). El corpus de este archivo consta de múltiples formas: discursivas y materiales, políticas y poéticas, visuales, verbales y vocales. La dimensión transnacional refleja la importancia de la circulación y los tránsitos como características estructurantes en la formación de la cultura textual y política del anticolonialismo africano. Más que una forma de recopilación de datos, investigar estas características es una forma “curatorial” de trabajar el archivo, en el presente y en Europa, contemplándolo más como un proceso que como un objeto (Jones 2017, 77).
A pesar de los paralelismos señalados entre España y Portugal, la magnitud del imperio portugués en África contrasta con el carácter residual de las posesiones españolas en África. Tampoco debemos olvidar la dimensión diacrónica del periodo estudiado en ambos países -desde la abierta instrumentalización propagandística de la creación artística hasta el asimilacionismo más o menos encubierto (lusotropicalismo, hispanidad)- y las particularidades específicas de cada uno de ellos -el impacto del desarrollismo tardofranquista-. Por tanto, cabe preguntarse cuáles son los límites de criterios como la disidencia y la clandestinidad cuando se estudia un conjunto dispar de documentos que, en el momento de su creación, circulaban y/o se relacionaban de formas muy diversas. Tampoco podemos pasar por alto que las operaciones de discriminación y selección intervienen en la creación de cualquier archivo, creando una ilusión de totalidad y continuidad (Mbembe, 2002, 21), especialmente en el caso de los discursos inseparables del contexto autoritario y represivo en el que surgieron. En otras palabras, además de una postura disidente directa, debemos considerar otras formas de resistencia más discretas o incluso ambiguas, y tener en cuenta que la defensa del pacifismo y del antimilitarismo también se consideraba una forma de disidencia. Otro aspecto a considerar es la compatibilidad del activismo con la exigencia rancieriana: la mirada disruptiva debe ser tanto ideológica como estética (Rancière, 2000).
Desde una doble perspectiva comparativa y transnacional, proponemos que se investigue el contraarchivo ibérico para concebir el presente como archivo (el-Malik y Kamola 2017, 5-6). El presente en cuestión es el periodo poscolonial de países europeos como Portugal y España, que gestionan su pasado colonial mediante modelos de gestión de la diversidad no siempre eficaces (Aixelà-Cabré 2018), sabiendo que “la transformación del archivo en talismán, sin embargo, también va acompañada de la eliminación de cualquier factor subversivo de la memoria” (Mbembe 2000, 24), y que el contraarchivo no es inmune a la cuestión de la “mercantilización de la memoria” (Mbembe 2002, 25) ni a la doble trampa de la nostalgia y la autenticidad (el-Malik y Kamola 2017, 5).
Esta actividad forma parte del proyecto I+D “Africanos, magrebies y latinos (1808-1975). Negritud, resistencias y desracialización de élites” (BLACKSPAIN) (PID2022-138689NB-I00), financiado por MCIN/ AEI/10.13039/501100011033/ y “FEDER Una manera de hacer Europa”.