Desde el final de la Guerra Fría se ha producido un proceso de securitización a nivel global que ha transformado profundamente las políticas internacionales de seguridad. Sus recetas han sido llevadas a muchas regiones de lo que Wallerstein denominó la periferia del Sistema Mundo, espacios caracterizados, de acuerdo a esta perspectiva, por representar patologías, escenarios de crimen y terror, de amenazas a la seguridad global. En las últimas dos décadas, esta agenda se ha acompañado de nuevos discursos sobre la seguridad que, asentados bajo la doctrina de la denominada “Guerra contra el Terror” y la narrativa de los “estados fallidos”, han convertido principalmente al continente africano en una fuente potencial de desestabilización e inseguridad global. Ante esta nueva interpretación de la conflictividad armada, la nueva arquitectura de seguridad ha apostado, por un lado, por priorizar reformas de los sistemas económicos, políticos y defensa a través de estrategias de statebuilding en algunos conflictos armados, y por otro, en otros contextos, por priorizar el despliegue de intervenciones militares de carácter antiterroristas enmarcadas bajo la estrategia de guerra global contra el “terrorismo internacional”.
De este modo, las agendas de seguridad y construcción de paz en el continente africano difieren ostensiblemente en los escenarios de violencia presentes en el África Central, de las generadas en los conflictos armados con presencia de actores yihadistas (Sahel Occidental, Cuerno de África o Cabo Delgado). Mientras en las primeras se ha apostado principalmente por el despliegue de misiones de mantenimiento de la paz y la apertura de procesos de negociación de paz, en las segundas, su caracterización como conflictos armados de corte “yihadista” ha dado pie a priorizar respuestas militares de corte antiterrorista y a la negación del dialogo. Los resultados de la aplicación de unas y otras han sido dispares.
La construcción (dispar) de las narrativas securitarias en el continente africano y sus respuestas
Iván Navarro Milián
Josep Maria Royo Aspa