Los procesos de descolonización que se sucedieron en el continente africano a partir de la segunda mitad del siglo XX, además de implicar la autodeterminación política y económica de los nuevos Estados independientes, entrañaron la necesidad ideológica y emocional de crear nuevas identidades y representaciones que simbolizasen la liberación total y completa de los territorios frente a los antiguos poderes coloniales. Se trataba, en definitiva, de complementar (y completar) la libertad política con una “descolonización de la mente” (Marschall 2008: 347).
Bajo estas premisas se produjo un proceso generalizado de remoción y destrucción de la iconografía colonial y de su sustitución por nuevos elementos de representación y reivindicación nacional. Así, a medida que se multiplicaban las independencias, se retiraban estatuas, se renombraban calles, ciudades e, incluso, los propios países. Sin embargo, a pesar de su asociación a recuerdos dolorosos del régimen anterior, algunas infraestructuras y objetos coloniales constituían un activo funcional demasiado valioso como para ser desmantelado. Por ello fueron reapropiados para los fines del nuevo orden político (Marschall 2008: 351).
El reconocimiento de este patrimonio (pos)colonial suscita hoy, más de 75 años después de que se iniciara en África el proceso de descolonización generalizada, un interés creciente. Sin embargo, aunque el tema empieza a ser conscientemente abordado por los diferentes Estados, las iniciativas rara vez trascienden la esfera de la intención (Sinou 2005: 17). Esto se debe, en gran medida, a que persiste en la actualidad una dificultad para reconocer y exaltar aquellos objetos y edificios que durante mucho tiempo han representado la explotación y la opresión de un poder “extranjero” sobre otro territorio. La historia de los colonos y las huellas materiales de su presencia y de su cultura no son, todavía hoy, pacíficamente asumidos como una herencia endógena a conservar y preservar. Más concretamente, para algunos ciudadanos poscoloniales, salvaguardar este patrimonio constituye una forma de rehabilitación del colonialismo (Sinou 2005: 14-15); un recordatorio agudo “del viejo orden mundial basado en la superioridad y la estratificación humana” (Ben-Hamouche 2020: 58). Por ello, su conservación es contemplada como algo innecesario al simbolizar una realidad que se pretende dejar atrás (Carrilho 2010).
A esta percepción se suma la de la externalidad de este legado, frecuentemente considerado como el patrimonio de los “otros”. Una creencia instaurada por la propia propaganda colonial que insistió de tal manera en dejar claro a las comunidades locales que lo que habían construido allí no les pertenecía que, ahora, las poblaciones siguen creyendo que estos objetos conciernen a otras personas que no conocen (Pwiti y Ndoro 1999: 153).
En este marco, la cuestión que aquí se plantea es ¿cómo promover el reconocimiento patrimonial de aquellos bienes cuya genealogía está vinculada a los procesos de ocupación colonial europea en África? Ante esta pregunta, surge otra pregunta clave: ¿cómo encaja la herencia (pos)colonial africana en, lo que Laurajane Smith, denomina el “discurso autorizado del patrimonio” que ha sido internacionalizado por organizaciones del patrimonio mundial como la UNESCO, el ICCROM y el ICOMOS? Un discurso que, desde la idea de lo “universal” y lo “excepcional”, privilegia estándares occidentales al centrarse en lo artístico y lo histórico, lo monumental y lo tangible (Smith 2006).
Como observado en el Encuentro sobre el Patrimonio Compartido de África, en el caso del legado construido del continente, sus valores artísticos y de antigüedad adquieren menor importancia en relación a los significados sociales y culturales que se expresan más allá de su presencia física y material (Enders 2016: 51). Esto se debe a los intensos procesos de negociación y renegociación sociocultural que supuso la transición desde el colonialismo a la independencia. Unos procesos en los que, paradójicamente, y como refiere Bernard Toulier, las antiguas poblaciones “colonizadas” se han visto obligados a apropiarse de una cultura “exógena”, la de los “colonizadores” (Toulier 2005: 23) y, al hacerlo, han adaptado, transformado e intercambiado el contenido semántico de muchos de estos artefactos de acuerdo con la evolución de sus proprias circunstancias socioculturales (Marschall 2008: 350). Es el caso, por ejemplo, del Hotêl de Ville, hoy Hotêl du District, en Abiyán (Costa de Marfil), que, de simbolizar la expansión del imperialismo colonial francés, cambió de significado cuando sirvió de telón de fondo para la declaración de la independencia del país en 1960 (Herz et al. 2015: 310).
De este modo, la identificación del patrimonio cultural (pos)colonial en el continente africano plantea dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, la necesidad de llevar a cabo una reflexión teórica global sobre el discurso patrimonial para ampliar las definiciones formadas en el mundo occidental y determinar los tipos de valores que se proyectan sobre el patrimonio cultural de África o, dicho de otro modo, la necesidad de “africanizar” la noción del patrimonio cultural. Por otra parte, la conveniencia de discutir el sentido de pertenencia de este legado para delimitar los dispositivos de gestión y preservación más convenientes a sus especificidades. En definitiva, el reconocimiento patrimonial de aquellos bienes cuya genealogía se vincula a los procesos de colonización – ese legado incómodo, externo y conflictivo – pasa por responder a dos preguntas clave: ¿qué es o qué significa este patrimonio y a quién pertenece?
Partiendo de esta reflexión, la presente sesión pretende discutir nuevas aproximaciones al patrimonio (pos)colonial de África. Lo que se busca es revelar alternativas decoloniales al “discurso autorizado del patrimonio” a través de valores y relatos específicos del contexto sociocultural africano y poniendo el foco en nuevos actores, epistemologías, narrativas y fenomenologías. En este marco, son particularmente bienvenidas las comunicaciones que cuestionan el carácter universal del patrimonio y sus cualidades materiales intrínsecas, abordando, entre otros, los siguientes temas:
• Nuevos enfoques conceptuales y metodológicos para el estudio del patrimonio cultural (pos)colonial en el África subsahariana, cuestionando el predominio de los paradigmas occidentales en las prácticas y políticas patrimoniales internacionales y locales.
• El papel del patrimonio cultural (pos)colonial para el desarrollo sostenible y justo del continente africano, poniendo de relieve iniciativas y proyectos destinados a promover el desarrollo sostenible a través de la cultura y el patrimonio y mediante la participación de las comunidades locales.
• Los significados renovados de objetos, edificios y sitios vinculados a los procesos de colonización europea en el continente africano, destacando las memorias y testimonios forjados por las poblaciones y grupos locales y sus experiencias cotidianas.
• Modos alternativos de presentar y preservar el patrimonio (pos)colonial africano dentro de las comunidades locales y en instituciones culturales, incluyendo la recuperación de experiencias de preservación y transmisión tradicionales y el entrelazamiento con prácticas artísticas contemporáneas.